miércoles, 19 de octubre de 2011

NANDE KUOM. Capítulo 4. Paseo por el parque - Sarah Degel

Paula y Álex esperan a David en el parque, llega algo tarde andando tranquilamente.
-       ¿Tú qué? ¿de cachondeo?
-       Paula, tranqui niña, que aquí uno no tiene tu delicado cuerpo y le pesa más.
-       Pero si venías tranquilamente, capullo.
-       ¿Tú también me vas a agredir, Álex? Y encima, después de echarme ayer de tu casa.
-       Venga, tío, déjalo, ya está, deja a Álex. ¿Nos compramos un helado?
-       No hace tiempo para helados, Paula.
-       Pues a mí me apetece, ¿tú quieres, David?
-       Claro que sí, vamos a por él, tú de aquí no te muevas colega.
Paula y David se marchan a comprar el helado, mientras Álex se sienta en un banco que hay cerca. Mira distraído la gente que pasa por allí, de repente siente una especie de dolor en los ojos que le hace cerrarlos y ante él ve a uno de los culpables del asesinato de aquel hombre. Cuando los abre asustado, lo ve ante él, e impulsado por una fuerza sobrenatural, comienza a seguirlo.
El hombre camina con paso lento. Cuando sale del parque, recorre unas cuantas calles antes de pararse en un portal, donde abriendo con una llave, entra.
Álex sujeta la puerta justo antes de que se cierre, el hombre se gira.
-       Buenas tardes.
-       Buenas tardes.
El hombre abre la puerta del ascensor.
-       ¿Sube?
-       Claro.
-       ¿A qué piso? – pregunta el hombre una vez dentro.
Álex no sabe qué decir, piensa que si dice un piso más bajo que el del hombre, se quedará sin saber a qué planta va, así que solamente tiene que limitarse a decir la planta más alta.
-       Al último.
-       Yo también – pulsa el botón – no me suena, ¿es nuevo?
-       Estoy de visita.
Álex está sorprendido de su capacidad de invención, parece que lo lleva haciendo toda la vida, pero no siente ningún remordimiento.
Cuando llegan al último piso, un séptimo, el hombre deja pasar cordialmente a Álex, se despiden y cuando el hombre le da la espalda, Álex lo agarra por detrás y le hace subir unas cuantas escaleras que van a la azotea.
-       ¿Quién eres?
-       Limítate a abrir esa puerta, y sin truquitos.
El hombre, saca las llaves y abre la puerta cómo le ha pedido Álex, una vez en la azotea, éste lo suelta y se quedan cara a cara.
-       Eres él, ¿verdad?
-       ¿Qué soy quién?
-       Él, siempre vuelve, de una forma u otra.
-       No sé qué coño dices tío.
-       Entonces, ¿qué haces aquí?
Álex se siente confundido, pero sólo dura un par de segundos.
-       Tú lo mataste, y no sólo a él, sino a muchos más y tienes que pagar por tus pecados.
El hombre comienza a alejarse de Álex.
-       No, no pienso escucharte.
-       Has pecado y tienes que pagar, tú mismo vas a imponerte el castigo.
-       ¿Yo? ¿qué castigo?
-       Estamos en una azotea, tú verás. Buenas tardes.
Álex abre la puerta de la azotea y baja en el ascensor, en el portal se encuentra con una mujer que justo entra con la compra.
-       Buenas tardes joven.
-       Buenas tardes señora, que tenga un buen día.
Álex camina como hipnotizado hasta llegar al parque, sus amigos están sentados en un banco, cuando lo ven llegar se ponen en pie.
-       ¿Dónde te has metido?
-       ¿Yo? En ningún sitio, ¿y el helado?
-       El helado estaría ya derretido, menos mal que nos lo hemos comido, llevamos un buen rato buscándote por el parque.
-       Sólo he ido a dar un paseo, pero podíais haberme llamado.
-       Y lo hemos hecho.
Álex saca su móvil, tiene ocho llamadas perdidas de sus amigos, ¿cómo es posible? No ha escuchado el móvil, y lo que es más, ni siquiera recuerda haberse movido del banco.
Esa noche vuelve a tardar en conciliar el sueño y cuando lo hace, tiene constantes pesadillas.

1 comentario:

  1. Vaya, vaya ¡qué sorpresa! Esto se va poniendo interesante, jiji.

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