lunes, 7 de noviembre de 2011

NANDE KUOM. Capítulo 8. El círculo - Sarah Degel

Al día siguiente, se despierta bien entrada la tarde, es sábado, así que esa noche saldrá de fiesta con sus amigos. Habla con ellos por teléfono y concretan beber en su casa y después salir por los bares a bailar.
Paula y David llegan puntuales, traen varias litronas de cerveza y unas cartas de póker.
-       Esta noche nos vamos a poner ciegos apostando tragos.
-       Oh, qué cabrón estás hecho, ya sabes que soy malísimo.
-       Mejor.
Pasan la primera parte de la noche jugando y bebiendo divertidos, sobre la una y media deciden que deberían irse moviendo, pero David insiste en jugar un rato más para terminar la bebida.
-       A las dos salimos como tarde – concluye Paula, a la que nadie se atreve a replicar.
David reparte dos cartas a cada uno y coloca tres en el centro, juegan así para agilizar el juego y dar más pie a beber. Álex mira sus cartas, tiene un dos de picas y un cuatro de corazones, mira las cartas que hay sobre la mesa, un par de cincos y un siete; vuelve a mirar sus cartas, y en ese momento, a través de ellas tiene otra visión. El dolor hace que sus ojos se cierren, se sujeta la cabeza con la mano derecha y visualiza su próximo objetivo. Cuando logra volver en sí, se encuentra con las miradas de preocupación de sus dos amigos puestas en él.
-       Álex, ¿estás bien?
-       Sí, Paula,
-       ¿Te duele la cabeza?
-       Será la resaca que se me ha adelantado – empieza a reír, sus amigos terminan haciendo lo mismo.
Un poco después de la hora convenida, inician su salida nocturna, ríen y bailan divertidos hasta pasadas las seis de la mañana. David se marcha el primero, mientras Paula se va a dormir con Álex.

Al día siguiente se levantan hacia las tres de la tarde, Álex cocina unos macarrones con una salsa cuya receta se inventó él mismo, que sabe que Paula adora, después ven una peli y hacia las siete, Paula se despide y se marcha a su casa.
Álex, sale a correr, cuando llega a casa recibe una llamada de David.
-       Oh tío, qué resaca más mala, y como siempre no me comí ni un rosco.
-       Eso te pasa porque vas de baboso con las tías y así no le vas a gustar a ninguna.
-       Por lo menos lo intento, ¿tú qué haces? Porque te conozco demasiado, si no pensaría que eres maricón.
-       ¿Y eso sería algo malo?
-       Yo te querría igual.
-       A ver si te voy a gustar.
-       Cállate. Oh tío, qué pasada.
-       ¿Qué sucede?
-       Estoy viendo ahora en internet una noticia que flipas, dos hermanos boxeadores que se han dado una paliza hasta la muerte.
-       Oh, vaya.
-       Últimamente hay mucho loco por aquí.
-       Será la época.
-       ¿Hay época para la locura?
-       Yo creo que sí, cada uno tiene su teoría, y la mía es igual de válida que la de cualquiera.
-       Vale, vale, yo no digo nada. Oyes te dejo que mi madre me llama a cenar y como no vaya, lo mismo me parte la sartén en la cabeza.
-       Venga, ya nos vemos.
-       ¿Vendrás mañana a clase?
-       Creo que voy a tener la mañana ocupada, pero el martes voy sin falta.
-       Cuento con ello colega. Hasta luego.
-       Adiós bombón.
-       Capullazo.
Cuando cuelga, mira el reloj, va a ser la hora. Se ducha, se pone el traje que llevó a la boda de su primo segundo con una camisa blanca por fuera, se da gomina en el pelo y se lo peina hacia atrás, coge dinero y unas gafas de sol y comienza a caminar hacia su próxima misión, es así como ha decidido llamar a todo esto, es mejor verlo como una misión que como un asesinato.
Se enciende un cigarrillo y entra en la parte olvidada de la ciudad, donde todo tipo de delincuencia tiene cabida, sus pasos son elegantes y pausados. Finalmente llega hasta un callejón oscuro en el que entra y se apostilla frente a un hombre que es el mismo arquetipo de armario empotrado, lo mira mientras le da las últimas caladas al cigarrillo, lo tira y se acerca a él.
-       Hay gente que vive para jugar, pero yo vivo para ganar.
El armario empotrado lo mira de arriba abajo, da un par de golpes a la portezuela, para y da un tercer golpe, alguien abre la puerta un par de centímetros y se asoma mínimamente, el portero intercambia unas palabras, tras la cuales la puerta se abre de par en par. Álex se dirige hacia ella con paso firme.
-       Suerte muchacho – le dice el hombre antes de que Álex atraviese la puerta.
Va a dar a un pasillo largo y oscuro, se limita a seguir al hombre que tiene delante en silencio hasta que llegan a una gran sala con seis mesas donde descansan ya varias personas que lo escrutan con la mirada al verlo entrar.
Otro hombre lo para a la entrada de la sala.
-       Nombre.
Álex se para unos segundos antes de contestar.
-       Jan.
El hombre lo mira de forma extraña.
-       Jan, de Alejandro.
-       Ah, entiendo –. El hombre lo anota en una hoja –. Vaya a la mesa del fondo, a la de la derecha.
Álex va a irse cuando se da cuenta de la mano extendida del hombre, saca el monedero y le paga.
En cada mesa hay seis participantes. Con la llegada de Álex, su mesa está completa. Mira a todos sus contrincantes uno por uno, al pararse sobre el que está frente a él, reconoce al hombre de su visión, el último hombre de la lista, el último hombre que ha de morir para completar el círculo.

3 comentarios:

  1. Buenas! He encontrado una pequeña errata entre el capítulo 7 y el 8.. En el 7, Paula le pregunta si va a ir a clase con ellos al día siguiente, y cuando él se despierta dices que es sábado (x tanto, no hay clase, jeje) ;-)
    Un saludo!!

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  2. oooh gosh, tengo que ponerme al corriente con todas estas lecturas :3

    me quede como en el capitulo 4 x__x

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  3. no me digas @vir¿? eso tengo que mirarlo entonces....

    @ely cuando tú puedas!!!!

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