EL ALMA DE LAS ESTRELLAS - Sarah Degel


-          ¿Te gusta contar estrellas?
-          Dicen que si las cuentas, pedacitos de tu alma se van quedando atrapados en ellas hasta que desapareces.
-          ¡No me digas eso! Yo cuento estrellas.
-          Tienes que dejar de hacerlo si no quieres desaparecer.
-          ¿Y para qué quieren las estrellas el alma de las personas?
-          Nunca lo he pensado.
-          Deberíamos preguntárselo, quizás ellas nos lo puedan decir.
-          Son demasiado egocéntricas como para hacerlo, mejor dejémoslo estar. ¿No te parece?
-          Quizás… pero por si acaso, no volveré a contarlas.

Mi nombre es Hoshi Kuroi, pero no soy japonesa, aunque mi padre sí lo era.
Soy una chica de 21 años de piel pálida como la luna y ojos negros como la noche. Me gusta llevar pantalones ajustados negros de cuero y una camiseta blanca ligeramente transparente combinados con un abrigo largo también de cuero y, por supuesto, un pequeño bolso a juego. Llevo el pelo corto, bastante corto, para que me resulte más fácil cazar estrellas. Ah, sí, me había olvidado, soy cazadora de estrellas.
Sí, lo sé, parece que os estoy tomando el pelo, pero es la verdad. ¿No creéis en duendes, ángeles o unicornios? ¿Y por qué no creer en cazadores de estrellas?
Los cazadores de estrellas somos unos pocos elegidos nada más nacer. Llevamos una marca con forma de estrella en el talón del pie derecho, es nuestro distintivo.
Cuando nacemos, un enviado de la Luna (se llaman así, no es que vengan de allí), viene a buscarnos, nos aíslan de nuestras familias y nos llevan a la urbe que nos corresponda, la mía es Sakura que significa flor de cerezo.
¿Sabéis por qué cazamos estrellas? Porque hay algunas que se llevan el alma de las personas, hasta que éstas desaparecen; son las llamadas estrellas negras, como mi nombre: Hoshi significa estrella y Kuroi negra. Y tan sólo los designados por la marca podemos cazarlas, es por eso que nos llevan a las urbes para aprender cómo hacerlo.
Las urbes son tu casa, tu lugar para entrenar, para disfrutar del ocio, para estudiar, para trabajar, para vivir... lo son todo durante los primeros 18 años de la vida de un cazador de estrellas; pero lo que no son es tu familia o tus amigos; somos máquinas entrenadas para cazar y nada más que eso, no nos está permitido demostrar nuestros sentimientos porque sería flaquear y podría traer malas consecuencias.
He ido creciendo durante todos estos años sin cuestionar las normas, de hecho, fui considerada una de las mejores de mi promoción, pero justo unos días antes de graduarme descubrí algo que cambió mi vida por completo y desde entonces vago por el mundo aferrándome a ello como si fuera mi último halo de vida, porque necesito algo más que cazar estrellas sin más.

Existe una leyenda muy antigua, por eso está prácticamente ya olvidada, que cuenta la historia de un cazador que, cansado de cazar estrellas sin saber el por qué lo hacía, decidió preguntarle a ellas; pero las estrellas, orgullosas, no respondieron. Así que subió al cielo y se dispuso a esperar pacientemente su respuesta.
Vio pasar cometas, meteoritos, asteroides... pero no logró obtener la respuesta. Así fue pasando el tiempo y cansado de esperar, volvió a casa con la cabeza gacha. A su regreso, todos los cazadores se rieron de él y empezaron a tratarle de loco. Poco a poco el cazador se fue sumiendo en una aguda tristeza y dejó de salir a cazar, hasta que finalmente comenzó a vivir recluido en su casa.
Un día, un niño pequeño se coló por su ventana, el cazador al verlo le dijo que se marchara, pero el niño únicamente le cogió la mano y le mostró una gran sonrisa.
El cazador forzó también una sonrisa aunque hacía demasiado tiempo que no lo hacía. El niño le preguntó que por qué no salía de casa y por qué todo el mundo le llamaba loco. El cazador le explicó su historia y el niño, ante la sorpresa del cazador, le dijo que le creía, que al igual que él, quería saber por qué hacían eso algunas estrellas y le animó una vez más a que fuera a buscarlo.
El cazador, convencido por el niño, salió de su casa decidido a encontrar lo que había ido a buscar, cerró la puerta de entrada ante las miradas atónitas del resto de cazadores, pero ni siquiera se fijó. Así que subió al cielo y se dispuso a esperar, aunque esta vez, la espera fue muy corta,  ahí estaba lo que hoy conocemos como agujero negro.
El cazador al verlo, supo que era eso lo que había estado esperando. Antiguamente no se conocían los agujeros negros y menos sus características, como que lo que en él entra no vuelve a salir. De hecho, se cuenta que fue el primer agujero negro de la historia y que su reborde era del color del arco iris. El cazador alargó la mano y al tocarlo, éste lo absorbió, y fue ahí donde obtuvo su respuesta… y algo más.
Cuando llegó a casa, compartió su secreto con el niño, secreto que ambos guardaron celosamente hasta su muerte. Y desde entonces, el cazador contó estrellas sin que ninguna fuera capaz de llevarse ni un pedacito de su alma.
Nunca se ha sabido el secreto que el agujero negro le confió al cazador, y éste a su vez al niño; pero lo que sí se sabe es que muchos de los cazadores muertos de envidia subieron al cielo a buscar el agujero negro y jamás regresaron.

Así pues, tras conocer dicha historia, nada más graduarme subí al cielo y me dispuse a esperar al agujero negro. Han pasado tres años desde entonces, y aunque he visto muchos agujeros negros, ninguno tenía los colores del arco iris en su reborde. Quiero poder contar las estrellas y, al igual que el cazador, esperaré pacientemente hasta que encuentre lo que busco.

Y esa es mi historia, aquí estoy, en el cielo, viendo pasar las estrellas como cada día a ver si logro descubrir su secreto.
Oh, ¿pero qué estoy viendo? No me lo puedo creer, me parece que veo el agujero negro que llevo buscando todo este tiempo allí a lo lejos.
Se va acercando muy poco a poco, el tiempo se me está haciendo eterno, pero cada movimiento que realiza hacia adelante me va asegurando que es lo que llevo buscando estos tres años.
El corazón se me ha acelerado tanto, que no sé si voy a ser capaz de soportarlo. Mis latidos se intensifican cada vez más, lo noto tan cerca…
Apenas queda distancia entre él y yo, tengo que prepararme para tocarlo, así que me estiro y alargo la mano, pero al hacerlo me doy cuenta de que cuando pase a mi lado, no seré capaz de alcanzarlo, tengo que idear un plan.

Es como cazar una estrella, así que, usaré alguno de mis instrumentos de caza, espero que funcione.
Abro mi bolsito de cuero, que siempre llevo conmigo, y lo revuelvo buscando el instrumento que pueda ser apropiado, pero no logro decidirme por ninguno. Miro hacia el agujero negro, lo tengo muy cerca, el tiempo se termina.
Revuelvo otra vez  y veo mi ishi que es una especie de máquina para crear instrumentos, también paso la mano por algunos de mis instrumentos de trabajo como hana, kaze, mishu, ame, yuki y, ahí está lo que busco, mi kumo, lo que significa nube. Utilizaré mi kumo que creará una nube artificial a la que podré subirme y así tocar el agujero negro.
Vuelvo a echar otro vistazo hacia el agujero, lo tengo casi encima de mí, no hay tiempo que perder.
Saco mi kumo y digo las palabras mágicas: kumo no shita. La nube se coloca bajo mis pies y me eleva justo en el preciso instante en que el agujero negro cruza sobre mi cabeza, extiendo la mano y mis dedos lo rozan ligeramente, enseguida veo solo oscuridad.

No sé cuánto tiempo ha pasado cuando despierto, ¿por qué me habré dormido? Abro los ojos muy despacio y siento una luz cegadora, una luz que recoge todos los colores del arco iris.
Miro asombrada a todos lados con los ojos abiertos como platos y una gran sonrisa en mi cara, de pronto, siento como se me eriza el vello de los brazos y un chispazo eléctrico me atraviesa todo el cuerpo, pero en vez de hacerme daño, hace que me sienta diferente.
Una voz metálica comienza a escucharse en apenas un susurro.
-          Hace muchos años, las estrellas tenían alma, el alma más pura jamás imaginada. Siempre se ha creído que sólo pueden tener alma los seres animados, pero no es cierto, las estrellas fueron las primeras en poseerla.
Podían sentir mucho más que lo que las personas sienten, tenían emociones e incluso instintos.
Las estrellas eran pues, unas almas puras que vagaban por el Universo, contemplándolo y cediéndole su sabiduría.
Pero en todo paraíso, siempre hay alguien o algo que se rebela.
Las estrellas no tenían nadie superior que las dirigiera, eran libres de hacer lo que quisieran; pero entonces, hubo una estrella, una estrella más oscura que ninguna, Uch, que quiso tomar el control de todas las estrellas y, con ellas, del Universo.
Poco a poco se fue formando un ejército de estrellas y, éstas, quedaron inevitablemente divididas en dos bandos: las estrellas negras y las estrellas blancas.
Hubo una batalla, duró tanto tiempo que el Universo comenzó a revolverse. Las almas de las estrellas que morían, fueron cayendo sobre la Tierra, y éste fue el principio de los humanos. Más adelante, se descubrió, que las estrellas que quedaron también habían perdido sus almas.
Al revolverse el Universo, se formó el primer agujero negro, que fui yo y empecé a absorber todo lo que había a mi paso, porque era negro como las estrellas que se alzaron. Absorbí tantas estrellas blancas, que eso provocó un cambio en mí, y por eso el arco iris. Desde entonces, a todo lo que absorbo, le doy un poquito de mi sabiduría y lo devuelvo a su lugar.
Se hace un silencio, muy breve, pero me parece eterno, y alzo la voz para realizar una pregunta.
-          Entonces, ¿quiénes ganaron?
La voz se toma su tiempo antes de contestar, pero cuando lo hace, es firme y segura, como desde el principio.
-          La batalla aún seguiría durando. Finalmente decidieron convivir en armonía.
       Al principio, parecía un acuerdo perfecto, pero los malvados no se rinden fácilmente, y pronto  descubrieron, que podían recuperar parte de su alma cuando los humanos las contaban, así que empezaron a ir absorbiéndosela en secreto, hasta que tiempo después, las estrellas blancas lo descubrieron. 
Éstas hicieron un pacto con la Luna, la cual, dispuso que enviaría cada cierto tiempo predeterminado a la Tierra cierta cantidad de enviados de la Luna que se encargarían de ir en busca de los enviados de las estrellas, también conocidos como cazadores de estrellas, a los cuales entrenarían para que, alcanzada la mayoría de edad, cazaran a las estrellas negras.
Otro silencio se hace de nuevo, y decido hacer una última pregunta.
-          Si es cierta la leyenda del cazador, ¿por qué los que subieron luego no volvieron?
La respuesta es inmediata.
-          Sólo las personas puras de corazón pueden recibir el don, el resto se convertirá en estrellas. Sólo unos pocos elegidos podréis contar estrellas después de visitarme, pero deberéis aprovecharlo con sabiduría. Tienes tu oportunidad, aprovéchala, porque nadie hasta ahora ha sabido hacerlo.
Tras estas palabras, siento un mareo y me vuelvo a dormir.

Me despierto de nuevo, estoy en el mirador del cielo, observo el manto de estrellas que me envuelve y comienzo a contarlas sin miedo.
Más tarde, mucho más tarde, bajo y me dirijo a Sakura, reúno a todos los cazadores de la urbe y comienzo a hablar, las palabras surgen de mi boca a borbotones.
-          Desde los tiempos remotos, los cazadores de estrellas nos hemos sentido especiales, tan especiales que pensamos que no necesitábamos más que a nosotros mismos para sobrevivir, pero nos equivocábamos.
La gente se remueve y me mira extrañada, pero prosigo mi discurso. 
-          Somos cazadores de estrellas negras, estrellas sin alma que le roban la suya a las personas, y también a nosotros, los cazadores. Pero hay una diferencia, nuestra alma, poco después de nacer, se duerme.
Quiero que os miréis unos a otros, por primera vez, conoceros, estrechad lazos y recuperad vuestra alma.
Tras estas palabras, miro a mi público que muestra caras de estupefacción, algunos comienzan a mirarse, otros ya se saludan e incluso atisbo a ver alguna sonrisa.
Comienzo a caminar hacia la salida, y sin mirar atrás prosigo mi camino con una sonrisa en los labios. Justo antes de cerrar la puerta, extraigo mi ishi del bolsito y creo un tamash (que significa alma) y tras decir las palabras apropiadas, cierro la puerta.