Me despierto de nuevo, estoy en el mirador del cielo, observo el manto de estrellas que me envuelve y comienzo a contarlas sin miedo.
Más tarde, mucho más tarde, bajo y me dirijo a Sakura, reúno a todos los cazadores de la urbe y comienzo a hablar, las palabras surgen de mi boca a borbotones.
- Desde los tiempos remotos, los cazadores de estrellas nos hemos sentido especiales, tan especiales que pensamos que no necesitábamos más que a nosotros mismos para sobrevivir, pero nos equivocábamos.
La gente se remueve y me mira extrañada, pero prosigo mi discurso.
- Somos cazadores de estrellas negras, estrellas sin alma que le roban la suya a las personas, y también a nosotros, los cazadores. Pero hay una diferencia, nuestra alma, poco después de nacer, se duerme.
Quiero que os miréis unos a otros, por primera vez, conoceros, estrechad lazos y recuperad vuestra alma.
Tras estas palabras, miro a mi público que muestra caras de estupefacción, algunos comienzan a mirarse, otros ya se saludan e incluso atisbo a ver alguna sonrisa.
Comienzo a caminar hacia la salida, y sin mirar atrás prosigo mi camino con una sonrisa en los labios. Justo antes de cerrar la puerta, extraigo mi ishi del bolsito y creo un tamash (que significa alma) y tras decir las palabras apropiadas, cierro la puerta.